Capítulo246
-Urp… ¡Eres Bestia! -Clara sonrió con la cara sonrojada y blanca como la nieve, feliz y emocionada.
El hombre sonrió con una ligera sonrisa en los labios, la frialdad en sus ojos se desvaneció, su brazo izquierdo seguía enganchado en su cintura, y levantó su mano derecha para empujar sus
gafas con un dedo largo y delgado.
Hacia mucho tiempo que nadie lo había llamado así.
Ni siquiera su padre lo llamaba así, pero sorprendentemente, Clara era igual que cuando era niña,
un potro salvaje, libre y sin restricciones, sin inhibiciones.
-Después de quince años, todavía eres tan hermosa como antes.
-Jeje… ¡No estás mal tú tampoco! -Clara entrecerró los ojos, levantó la mano y le dio una palmada
en la mejilla, su comportamiento era coqueto y arrogante, pero no lo hacía sentir incómodo en
absoluto.
Si fuera sumisa y obediente, y siguiera las reglas, entonces ella no sería la Clara de su corazón.
Clara tapó su boca y eructó de nuevo, tambaleándose mientras trataba de mantenerse en pie.
El hombre levantó la comisura de su boca y, sin importar si ella quería o no, la levantó en brazos.
-Mmm… ¡Bájame! -Clara luchó y se retorció en los brazos del hombre, como un pequeño gato
travieso.
Debajo de su vestido rojo oscuro, sus delgadas y blancas piernas se movían, como jade blanco
resplandeciente.
Sus profundos ojos se oscurecieron, y sus instintos juguetones se despertaron. -Te dejaré ir si
dices mi nombre.
-Tú… tú eres…
Clara estaba muy borracha, su cabeza llena de niebla, ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, y
mucho menos recordar su nombre.
-Soy Pol García, pero puedes llamarme bestia si quieres.
El hombre parpadeó sus largas pestañas en forma de abanico y habló en su oído, con una voz ronca
y seductora Pero solo tú puedes llamarme así.
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Lamentablemente, estas palabras llegaron a los oídos del cerebro ya pasado de tragos de Clara como un conjunto de palabras sin sentido, sin entender una sola de las pronunciada por aquel
hombre.
Pol colocó suavemente su cuerpo suave en el sofá, siendo muy cuidadoso con cada movimiento.
En ese momento, su teléfono sono y su secretario llamó.
-Señor, todos han llegado.
-Déjalos volver a casa–dijo Pol con una sonrisa indulgente y prolongada, sin apartar la mirada de
la hermosa y sonrojada cara de Clara
-¿Eh? -el secretario se sorprendió.
-Hoy cancelamos el evento, déjalos ir a casa, no me molestes–dijo Pol.
-Si, señor. -el secretario no se atrevió a preguntar más y respondió inmediatamente.
-También, ve a comprar una botella de medicina para la resaca lo antes posible.
Después de colgar el teléfono, Pol se sentó lentamente junto a Clara, giró su cabeza y le quitó un
mechón de cabello sudoroso de su mejilla, murmurando: -¿Qué noche es esta para encontrarte?
Otra habitación.
Después de cantar la última canción “No es un crimen que los hombres lloren“, Rodrigo finalmente
se desmayó en el sofá y se durmió profundamente.
Alejandro frunció el ceño con una expresión profunda y tensa, con una sensación de opresión en
su corazón.
Todavía había un poco de vino en la copa, levantó su hermosa mandíbula y se lo bebió de un trago.
Luego tomó un cigarrillo, lo puso entre sus labios delgados y de color rosa claro, y la llama anaranjada le otorgó un aire de elegancia y sofisticación.
Junto con el humo azul oscuro que se enroscaba a su alrededor, también había emociones confusas y turbias debido a Clara, que ingresaban violentamente en sus pulmones. Desde que se
divorció de ella, sus dormir se había alterado, había estado también bebiendo y fumando sin que
nadie lo reprimiera.
-Clara…Clara. -Rodrigo cerró los ojos y rasgó la camisa negra de su pecho, murmurando el
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Alejandro suspiró y movió sus dedos para apagar su cigarrillo, luego levantó sus largas piernas para patear el brazo colgante de Rodrigo con la punta de sus zapatos de cuero.
-Cállate sila no te responderá, aunque sigas llamando su nombre.
Luego agregó: -Además, Clara, ¿tú también eres capaz de llamarla así? De repente, la puerta de la
habitación se abrió de golpe y César jadeó mientras se apoyaba en el marco de la puerta.
-¿Te lastimaste la mano? ¿No sabes cómo tocar la puerta? -Alejandro aplastó su cigarrillo y habló
con frialdad.
¡Señor! ¡Acabo de ver a la señora Pérez! -César estaba tan ansioso que su rostro estaba cubierto
de sudor.
-¿Qué? -Alejandro se puso de pie de inmediato y preguntó con urgencia: ¿Dónde está?