Capítulo86
-Jaja… ¿Nadie te ha dicho que dar zancadas demasiado grandes te mete en problemas? ¡Debes tener en cuenta tus limitaciones en todo momento!– Juan se sostenía el estómago mientras se
reía a carcajadas.
Ya hacia mucho tiempo que no se reia de corazón en el ambiente de trabajo altamente intenso,
severo y cauteloso de la sede de los agentes secretos.
Diego estaba de pie a un lado, observando a sus dos hermanos bromeando y jugando frente a él,
con una mirada amable y tierna como la de un padre. De repente, sus recuerdos volvieron a la
infancia.
-Hablando de esto, les voy a mostrar el regalo que preparé para Clara.
Los ojos de Juan brillaban de emoción mientras traía una precisa maleta rectangular plateada.
Al abrir la complicada cerradura con contraseña, en el instante en que los contenidos aparecieron
frente a ellos, Diego frunció el ceño y Javier inhaló aire frío.
-Esta pistola es el nuevo invento de nuestra sede de agentes secretos. La mitad de las balas son
reales y la otra mitad son tranquilizantes. Si te encuentras en peligro, gira el tambor hacia la
izquierda y podrás hacer que duerma durante tres días y tres noches. Si giras el tambor hacia la
derecha, podrás hacer que duerma para siempre.
Este encendedor, en realidad es una mini granada, fácil de llevar y con un gran poder destructivo.
Puede volar un edificio entero y derribar un piso fácilmente.
-¡Ah, y también esto!–
Se dice que el hombre es adolescente hasta que muere. Juan presentaba orgullosamente como si
estuviera presumiendo un juguete. -¿No le gusta a Clara las joyas? Le hice un anillo
personalizado. Miren, ¿no es bonito?
Javier, curioso, estaba a punto de tomarlo para examinarlo, pero Juan sujetó su muñeca con fuerza.
-Cuidado, este anillo tiene pequeñas cuchillas venenosas que se pueden desplegar, más venenoso que cualquier veneno.
Diego suspiró impotente, bajando la cabeza. -Que Dios te perdone, amén.
Javier estaba conmocionado. Es pura suerte que Clara haya sobrevivido hasta ahora teniendo un
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-Tú no entiendes nada. Todos los regalos que he dado son altamente funcionales- Juan
entrecerró los ojos con frialdad. -Alejandro, ese despreciable cabrón, se atrevió a hacerle daño a
Clara. Todos estos regalos están destinados para él. Solo depende de cómo Clara quiera que muera.
Javier mostró una expresión de rendición en su rostro.
-Juan, ¿cuánto tiempo planeas quedarte en casa esta vez? preguntó Diego con preocupación.
-Medio mes, más o menos.
Estaba un poco reacio. -El próximo mes tengo que ir a los EE.UU a llevar a cabo una misión
importante, así que tengo que ir antes para prepararme. Todavía quería pasar más tiempo con
Clara.
-Los asuntos oficiales son importantes. Clara tiene Javier y yo, no te preocupes.
Diego vaciló por un momento y luego preguntó en voz baja -Quería ir a casa a ver al papá? Hace
unos días estuvo mencionándote.
-No, cada vez que vemos, dice que quiere vivir unos años más. Si lo veo menos, seguro vivirá hasta
los cien- Dijo Juan con un gesto despreocupado, pero con un destello de tristeza en sus ojos.
Diego y Javier intercambiaron una mirada, sintiéndose incómodos.
Ahora, incluso Clara ha aceptado lentamente a las tres madres, pero Juan nunca ha podido
perdonar la conducta desleal de su padre al tener múltiples esposas y concubinas.
Por eso decidió ir a la academia militar y convertirse en un agente screto sin mirar atrás, dejando
su hogar y volando lejos, fuera de la vista.
Sin embargo, en estos dos años, tal vez debido a la edad, ha empezado a extrañar cada vez más a su
familia, anhelando esos momentos juveniles en los que podían estar juntos sin preocupaciones.
-Oye, vamos, Javier. ¿Vamos a pelear contra el cabrón?
Juan abrazo bruscamente el cuello de Javier. Justo cuando se habían peleado momentos antes,
ahora parecían inseparables y cercanos como si fueran gemelos.
¿Pelea contra el cabrón? Javier entendió al instante.
-Si quieres ir, ve tú solo. Clara dijo que no debemos meternos en problemas con Flora Hernández
sin permiso, ¡no puedo causarle problemas a Clara!
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Javier se retiró apresuradamente como si Juan estuviera loco. Juan rió con desprecio, mostrando una sonrisa maliciosa.